Mensaje de Monseñor Fassi por el Día de la Virgen

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8 de diciembre el Día de la Virgen, así la conoce nuestro pueblo, así la conoce y la enseña la Iglesia.

El 8 de diciembre es el Día de la Virgen, el día de la Inmaculada Concepción; celebramos ese regalo especialísimo que Dios le hizo a María, guardándola de todo pecado original.

Lo más lindo de esta fiesta es que nos habla de que si hubo un pecado original que lastimó nuestro ser y nuestra dignidad, es porque hubo al principio una inocencia original, esa bondad original en la que Dios nos creó, y la que todos guardamos lo más profundo y hondo de nuestro ser.

Allí es donde Dios está esperándonos y actuando en nosotros con todo su amor y con toda su misericordia.

Dios siempre nos mira desde ahí, desde esa bondad original, conoce la herida de nuestro pecado y por eso nos envió a su hijo Jesús.

Todo esto está encerrado en el misterio de la Inmaculada Concepción.

El Don de Dios que comparte a su hijo, para llevarnos a ese lugar original, esa bondad original, a esa inocencia original.

Si hablamos de pecado original, tenemos que recordar que esta es la primera vocación del hombre, la santidad; guardar, conservar, volver a ese origen, que es la bondad original.

En María lo vemos de un modo pleno porque ella fue siempre un “sí” a Dios, porque eso es la santidad, que en toda nuestra existencia y nuestra historia, constantemente digamos: sí a la bondad, sí a la justicia, sí a la paz, que es sí a Dios.

María fue un “sí” pleno a Dios, y así Dios mira a María y desde ahí también quiere mirarnos a nosotros; como por ejemplo cuando Jesús mira a Zaqueo, todos ven un corrupto, pero Jesús puede atravesar esa mirada, puede atravesar esa realidad de corrupción de Zaqueo, y llega a la bondad original, a la dignidad que Zaqueo no pierde, a pesar de su pecado, y desde ahí, Dios rescata a Zaqueo. Donde todos veían un corrupto, Jesús dice: “Aquí hay un hijo de Abraham”.

Las dos cosas son verdad, pero una es más profunda; esa dignidad que Zaqueo no había perdido y que la mirada de Jesús lo ayudó a rescatar.

Así también la mujer adúltera; todos la querían apedrear, porque veían el adulterio en ella, pero Jesús atravesó como nadie el pecado de ella y pudo llegar a su ser más original, a su dignidad original, y desde allí la miró y la rescató, nadie te condena.

La Iglesia está invitada a mirar el mundo así, desde la bondad original que Dios pensó para el mundo; la bondad original que Dios pensó para el mundo, desde ahí mirar y desde ahí rescatar.

Miremos como Dios mira a María. Dejémonos mirar por esa bondad de María, la que nunca le negó nada a Dios, y por eso, el pueblo lo sabe y va a sus santuarios y va a María, porque sabe que María no va a negar nada a ninguno de sus hijos que le piden y que acuden con confianza a ella.

No olvidemos ese origen nuestro, el primer plan de Dios, la bondad original, y desde allí, esa bondad que ha sido rescatada por Jesús, nos miremos y nos relacionemos.

Feliz Día de la Virgen