Queridos amigos, nos dice Papa Francisco en la Alegría del Evangelio: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios”.
El Papa nos habla de esta tristeza individualista de la sociedad de consumo, y así se mira el trabajo muchas veces, como una variable de ajuste, en la sociedad de consumo. Y el trabajo tiene que ver con la dignidad del hombre, con ese ser, creado a imagen y semejanza de Dios, que imita a Dios trabajando; prolonga la creación de Dios con el trabajo de sus manos, y continúa la redención de Jesús, que Jesús hace tocando, curando a los enfermos, y nuestros trabajadores trabajando.
El trabajo, si no se mira en toda su faz comunitaria, en lo que significa como motivación para ayudar a la familia fundamentalmente, y en lo que significa como solidaridad, si no se lo mira sólo como rehén de la ganancia o solamente rehén de la producción, entonces el trabajo pierde su razón de ser.
El trabajo es el gran ordenador de la vida, por eso lo apreciamos tanto; crea un sentido de pertenencia a esta comunidad humana; se entiende sólo dentro de una comunidad; el joven se hace adulto trabajando; el hombre florece cuando trabaja, el trabajo hace a su dignidad; por eso tenemos que cuidar las fuentes de trabajo, y la Iglesia siempre va a estar al lado de este cuidado de la fuente de trabajo, porque tiene que ver con la naturaleza esencial del hombre, no es una variable más, no es una cosa, no es una mercancía.
Al mismo tiempo, nosotros tenemos que estimular que cuando haya ganancias, se pueda crear trabajo.
Pidámosle a San Cayetano que nos ayude a cuidar el trabajo; a defenderlo, a dignificarlo cada día más, y sobre todo, a cuidar las fuentes benditas del trabajo.
Que el Señor nos bendiga y San Cayetano nos proteja y nos regale el pan de cada día bendito y el trabajo.
Queridos amigos, nos dice Papa Francisco en la Alegría del Evangelio: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios”.
El Papa nos habla de esta tristeza individualista de la sociedad de consumo, y así se mira el trabajo muchas veces, como una variable de ajuste, en la sociedad de consumo. Y el trabajo tiene que ver con la dignidad del hombre, con ese ser, creado a imagen y semejanza de Dios, que imita a Dios trabajando; prolonga la creación de Dios con el trabajo de sus manos, y continúa la redención de Jesús, que Jesús hace tocando, curando a los enfermos, y nuestros trabajadores trabajando.
El trabajo, si no se mira en toda su faz comunitaria, en lo que significa como motivación para ayudar a la familia fundamentalmente, y en lo que significa como solidaridad, si no se lo mira sólo como rehén de la ganancia o solamente rehén de la producción, entonces el trabajo pierde su razón de ser.
El trabajo es el gran ordenador de la vida, por eso lo apreciamos tanto; crea un sentido de pertenencia a esta comunidad humana; se entiende sólo dentro de una comunidad; el joven se hace adulto trabajando; el hombre florece cuando trabaja, el trabajo hace a su dignidad; por eso tenemos que cuidar las fuentes de trabajo, y la Iglesia siempre va a estar al lado de este cuidado de la fuente de trabajo, porque tiene que ver con la naturaleza esencial del hombre, no es una variable más, no es una cosa, no es una mercancía.
Al mismo tiempo, nosotros tenemos que estimular que cuando haya ganancias, se pueda crear trabajo.
Pidámosle a San Cayetano que nos ayude a cuidar el trabajo; a defenderlo, a dignificarlo cada día más, y sobre todo, a cuidar las fuentes benditas del trabajo.
Que el Señor nos bendiga y San Cayetano nos proteja y nos regale el pan de cada día bendito y el trabajo.