Misa Crismal: Ojea dijo a los sacerdotes “el anuncio gozoso y la cruz van juntos”

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El obispo Oscar Ojea presidió en la mañana del Jueves Santo la Misa Crismal en la Catedral de San Isidro.

“El sacerdote es un don de Dios para su pueblo y está llamado a animar la corresponsabilidad de todos los bautizados, ungidos por el Señor, acerca de la vida y el destino de la Iglesia”, afirmó Ojea en su homilía al presidir esta mañana, en la Catedral de San Isidro, la concelebración de la Misa Crismal -junto con los Obispos auxiliares, Guillermo Caride y Raúl Pizarro, el obispo emérito Jorge Casaretto y los presbíteros allí presentes-, en la que el Obispo bendice el óleo de los catecúmenos y de los enfermos, consagra el Crisma y los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales.

En su homilía el Obispo se refirió a la lectura del Evangelio según San Lucas, leída durante la celebración y en la que el relato da cuenta del rechazo como primera reacción que Jesús encuentra entre los suyos al presentarse como Profeta en Nazaret y, en ese sentido, expresó que “El anuncio del Evangelio, está íntimamente unido al abrazo de una cruz concreta”.

Luego, dirigiéndose a los miembros del Clero diocesano, Ojea se refirió a la dificultad de cada sacerdote en llevar adelante la tarea de servicio, lo cual los convierte “en el centro de tensiones y conflictos que generan distintos tipos de cansancio”, aseguró el Obispo, pero luego afirmó que “Como en Jesús, el anuncio gozoso y la cruz van juntos”.

Continuando con su reflexión Ojea detalló distintos tipos de cansancio que pueden experimentar los sacerdotes en su misión, provocando que caigan en el desaliento y la fatiga espiritual, ante lo que los remarcó la importancia del descanso “Él quiere enseñarnos a descansar. Y este descanso en Él es vital para la fecundidad de nuestro ministerio”, y agregó que “Desde allí Él también nos enseña a descansar en el afecto y el cariño del pueblo para el que hemos sido ordenados”.

Finalmente el Obispo se dirigió a la Virgen María para “que tome en sus manos nuestro mejor deseo de conversión y nos ayude a vivirlo de verdad”.

La Misa se celebró en un clima de gran espiritualidad en la que también religiosos, religiosas, diáconos y fieles laicos y laicas acompañaron a los sacerdotes que renovaron su consagración a Cristo y a su Iglesia.