Reseña de Monseñor Casaretto sobre el padre Jorge Garralda

Celebrar y orar en tiempos de pandemia | Domingo XXXII.
6 noviembre, 2020
Revista COMUNICARNOS
10 noviembre, 2020
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Jorge debe haber ingresado al Colegio Episcopal San Agustín en el año 1960 o 61. Siempre recordaba que su vocación fue respuesta a un llamado del Obispo. Era ingeniero y presidía la Acción Católica de N.S. de Aránzazu en San Fernando. El Obispo visitó esa parroquia y le dijo: “¿Por qué no pensás en la posibilidad de ser sacerdote?”, esa pregunta alcanzó para responderla positivamente.

Tenía 39 años, lo cual aceleró sus estudios y con Jorge Schoeffer -los tres Jorges-, nos ordenamos el 5 de septiembre de 1964 cursando el tercer año de teología en el Máximo de San Miguel. Jorge terminó sus estudios en Europa y recién allí adhirió a la espiritualidad de San Francisco de Sales.

Su vida sacerdotal la ejerció en Olivos. Monseñor Aguirre le había ofrecido la parroquia de Aránzazu pero él adujo que allí era demasiado conocido y prefirió ir a Olivos.

Cuando yo llegué como Obispo, al constatar la eficiente actividad que desplegaba, ni se me pasó por la cabeza cambiarlo. Porque tenía muy bien organizada la parroquia, lo cual le permitía además cumplir con dos misiones muy importantes: ser asesor nacional del Movimiento Familiar Cristiano y colaborar con el Tribunal Eclesiástico de Bs. As.

Desde su ordenación, su gran amigo sacerdotal fue Jorge Schoeffer.

Cuando por razones de edad presentó su renuncia, colaboró humildemente con sus sucesores sin generar ninguna competencia. Fue un sacerdote íntegro.

Se apoyó en su espiritualidad de San Francisco de Sales que, según entiendo, en tiempos de mucho clericalismo supo valorar la misión de los laicos. Fue muy sabio en la delegación de responsabilidades. Sus misiones más destacables las concretó en el orden educativo y familiar. Si tuviera que describir en un término su personalidad sacerdotal diría: fue un hombre sabio. Con la sabiduría que solo el Espíritu puede infundir en nuestras vidas, y por lo tanto un buen consejero.

El Señor lo llamó Justo el día de su cumpleaños 96.

Damos gracias a Dios por su vida.