El obispo Oscar Ojea presidió la misa de la Vigilia Pascual celebrada en la Catedral de San Isidro.
El Obispo afirmó al inicio de su homilía que “el amor hay vencido a la muerte para siempre; la obra de la redención, la obra de volver a ser creados”.
Refiriéndose luego a las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús para rendirle homenaje, Ojea señaló que eran mujeres fuertes que habían estado con Él hasta el final, y que “tenían ellas un semblante triste como el que podemos ver hoy, en tantas mujeres nuestras, viviendo el desaliento, la tristeza; el pensar que todo se termina”, y agregó que “somos testigos, en el mundo en el que vivimos, de tanta frustración y de tanto dolor, de la propagación de la injusticia, del cáncer de la corrupción, de la crueldad de la guerra” de situaciones que “van minando el corazón y produciendo el desánimo que conduce a la desesperanza” afirmó.
El Obispo también alertó sobre el anestesiamiento que puede provocar el desánimo, llevándonos a la evasión de la realidad, una actitud contraria a la fe cristiana que nos lleva a abrazar la realidad, y explicó que “la resurrección de Cristo, que es el misterio más grande de nuestra fe, de nuestra vida y que significa que el amor puede más, y agregó que “aquel que ha amado de verdad, cuando ama, sabe que el amor no puede morir”.
“Jesús lleva a la realidad esto que tenemos en el corazón; sabemos que muchas cosas pueden pasar, pero el amor es más fuerte que la muerte” expresó Ojea, para luego afirmar que “esta es la gran verdad de los cristianos” y que “Jesús nos regala un corazón nuevo, entonces, el vínculo con Jesús se rehace, por su misericordia”.
El Obispo dijo también que “La resurrección nos obliga a ir a las raíces más hondas de nuestra vida; a las raíces que tienen que ver con nuestros vínculos, que tienen que ver con Jesús y con todas las personas que queremos, con todas las personas con las que compartimos la vida y tenemos que llevar esta actitud fundamental del resucitado de abrazar la realidad”, y terminó su mensaje expresando que debemos “llorar con los que lloran, reír con los que ríen; la actitud del cristiano es llevar a Jesús resucitado a todos los lugares; esa es nuestra misión y no podemos escapar a ella con evasiones ni con miedo”.