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En la Fiesta de la Natividad de la Virgen María, Día de la Vida Consagrada, el Obispo Oscar Ojea presidió la Misa de Acción de Gracias en la Catedral de San Isidrodonde las personas consagradas de la Diócesis, renovaron su consagración en el seguimiento de Cristo y en la Misión de la Iglesia.

En su homilía, el Obispo expresó “María, que es modelo de toda consagración, amada por Dios, de tal manera que el Señor quiso preservarla de todo pecado, el Señor la miró desde toda la eternidad, nosotros podríamos decir que Dios se enamoró de la belleza interior de la Virgen, se enamoró de su humildad”.

Además agregó que “La virgen, con su inocencia, contagia, irradia ese amor a Dios que está presente en la consagración, y el primer irradiado por ese amor es José” y remarcó la figura de San José diciendo que él “nos enseña a abrazar la vida tal como viene, con grandeza, ternura y carisma”.

“Cada una de ustedes tiene un carisma, el carisma de su fundador, fundadora, y de alguna manera, en la vida religiosa tenemos que ser fieles a esa diversidad que tiene la Iglesia Católica y que es maravillosa, y que nos permite ver en nuestra Diócesis, distintos carismas desparramados en distintos lugares y que a todos nos hace tanto bien” expresó.

Finalizando su homilía, el Obispo Ojea invitó a los presentes a pedir a María y a José “que nuestra consagración sea cada día más honda, más verdadera y más entregada al servicio de los hermanos y hermanas según el carisma en el que hemos sido consagrados y consagradas”.

En el cierre de la celebración, organizada por el Equipo de Vida Consagrada Diocesano, el Obispo Ojea bendijo unas botellas de agua con la leyenda “Dame de beber”, simbolizando el espíritu de servicio y generosidad que caracteriza a la vida consagrada.